Esta es una muestra de los libros que hemos leído en nuestro club de lectura, Mujeres que se leen, dirigido por Yolanda Reyes.
Todos los encuentros son en Espantapájaros, en Bogotá, en la Carrera 19A número 104A-60. El requisito para participar comprar los libros en la librería Espantapájaros.
El libro de septiembre se llama "Monstruos" escrito por Claire Dederer y publicado por Libros del Asteroide. La sesión para comentarlo será el miércoles 18 de septiembre a las 5:00 p.m.
Dale una mirada a este y a los que ya hemos leído:
Desde hace más de seis años, Espantapájaros alberga a las “Mujeres que se leen”, un club de lectura que se reúne mensualmente para conversar sobre libros escritos por autoras de países, épocas y géneros diversos.
Las lectoras son también diversas en edades, oficios, experiencias y conversaciones. Así los libros se van entretejiendo con las vidas y nunca un libro sale igual después de ese ejercicio de desciframiento compartido.
Las reglas para participar son:
1. Comprar el libro del mes en la librería Espantapájaros.
*A veces pasa que el libro del mes es uno que tú ya tienes, ya lo habías comprado o te lo habían regalado. En ese caso te pedimos que compres otro libro en Espantapájaros (o pueden ser varios) del mismo precio que el libro elegido.
2. Comprometerte a asistir con regularidad y a comprar el libro todos los meses.
Dada la seriedad con la todas hemos asumido este proceso, es importante la regularidad para tener un grupo estable en el que todas nos sintamos en confianza para compartir nuestras experiencias.
"Para nuestro último encuentro, las palabras de Kim Thúy en su libro Ru nos invitaban a viajar ligeras de equipaje, cargando tan sólo lo esencial. Thúy, habiendo tenido que huir a Canadá como refugiada por los rezagos de la Guerra de Vietnam, adoptó esta filosofía de vida que también lleva a su escritura. La mentalidad que le permitió adaptarse a una nueva realidad en la forma de clima, cultura e idioma, ahora la encarnan sus remembranzas, todas recuentos breves, puntuales, que toman únicamente el espacio necesario para evocar emociones y reflexiones profundas. Los vacíos visuales que deja en sus páginas quedan para ser llenados con los pensamientos que sus relatos suscitan en los lectores, ofreciendo un momento para decantar los horrores sufridos y los visos de esperanza que logra transmitir con total desenvoltura y serenidad.
Debo reconocer que el libro me trajo algo de culpa, al notar el peso del estrés, las expectativas, los miedos y las exigencias que suelo llevar conmigo. A veces incluso las arrastro hasta la cama a la hora de dormir para que sean lo primero que recoja al despertar. Entonces tuve curiosidad del impacto que esta idea pudo causar en las demás integrantes del club de lectura #Mujeresqueseleen y que, a diferencia de mí, en su mayoría comparten la experiencia de ser mamás. ¿Habrían intentado aligerar las cargas? ¿También atenderían a ese llamado? Ellas, que ajustan sus horarios para llegar a tiempo a la librería; que corren desde el trabajo para evitar el trancón; que llegan de recoger a los niños del colegio y de dejarlos en sus extracurriculares, citas médicas, comiendo sus onces, empezando las tareas; que se aseguran de dejar a sus padres en buenas manos por esa tarde; que viajan desde otras ciudades; que entran sin aliento a tomar la silla más cercana a la puerta (comprensivamente dejada allí para evitarle la vergüenza a quien no pueda llegar a la hora pactada)... ¡y que a veces sus obligaciones no les permiten asistir a la sesión!
Aunque disfruto participando en las discusiones de los libros, guardé silencio en la concerniente a Ru, y opté en cambio por escuchar, sin ser capaz de articular las dudas que tenía, aguardando por una respuesta. Tal vez no sea de extrañar que dentro de las imágenes más significativas para el grupo se encontrara la de las mujeres vietnamitas cuyas espaldas se encorvaron al sostener en pie a un país entero durante y luego de la guerra. La resonancia con esta realidad, lo familiar que les resultaba, era algo que intuía de nuestras breves interacciones. Hay algo que cada una de ellas mantiene a flote, y así como observaba mucha fortaleza, también veía grandes equipajes.
Y de repente lo noté: todas sonreían en esta conversación, en la que el ambiente disipaba las tensiones, era ligero. Era posible que sólo por permitirse ese momento, por sacar el tiempo para compartir con las demás, estuvieran poniendo en práctica en ese ritual de cada mes el fluir con la vida que nos mostraba la autora de Ru. Y allí, entre las risas de complicidad, las anécdotas y las licencias para expresar nuestros anhelos y preocupaciones, me quité también un peso de los hombros."
Diana Correal Hoyos